Cuando mi padre fundó Phinma hace más de seis décadas, su visión iba mucho más allá de construir una empresa exitosa. Después de la guerra, vio a las empresas como una fuerza poderosa para reconstruir nuestra nación. Hoy, mientras nuestro país lucha contra la desigualdad y la pobreza persistentes, esta visión de las empresas como una fuerza para el bien nunca ha sido más relevante.
La cruda realidad es que a pesar de nuestro progreso económico, millones de filipinos siguen luchando a diario. La creciente brecha entre ricos y pobres no es sólo una cuestión social o moral: es un imperativo económico que nosotros, como líderes empresariales, no podemos ignorar. Este desafío exige un nuevo enfoque de los negocios, centrado en la prosperidad compartida.
En Phinma, hemos sido testigos de primera mano de cómo las empresas pueden transformar la sociedad cuando se guían por este principio. Nuestra incursión en la educación ofrece un ejemplo convincente. Phinma Education ha crecido hasta convertirse en la red de educación privada más grande del país, y atiende a más de 80.000 estudiantes, la mayoría de familias que ganan salarios inferiores a los dignos. Los resultados lo dicen todo: nuestras escuelas mantienen una tasa de aprobación de exámenes de la junta del 83 por ciento, muy por encima del promedio nacional, y el 77 por ciento de nuestros graduados consiguen empleo en un año.
Pero estas no son sólo estadísticas. Cada número representa una vida cambiada, una familia liberada de la pobreza, una comunidad fortalecida. Cuando un graduado de la Universidad Phinma Araullo en Cabanatuan aprueba el examen de la junta de contabilidad (algo inaudito antes de nuestra intervención), no estamos simplemente celebrando un logro individual. Estamos siendo testigos de la ruptura de los ciclos generacionales de pobreza.
El camino hacia la prosperidad compartida requiere centrarse en tres áreas críticas. En primer lugar, la educación debe seguir siendo nuestro gran igualador. La educación de calidad, cuando se hace accesible a los desfavorecidos, proporciona las herramientas necesarias para liberarse de la pobreza. En segundo lugar, debemos adoptar prácticas comerciales éticas y un buen gobierno corporativo. Esto significa ir más allá del mero cumplimiento para incorporar la integridad, la equidad y la transparencia en nuestro ADN organizacional. En tercer lugar, debemos buscar un crecimiento genuinamente inclusivo, garantizando que los beneficios económicos lleguen a todos los sectores de la sociedad, especialmente a los marginados.
hacer el bien es hacerlo bien
Nuestra experiencia en Phinma demuestra que hacer el bien y hacerlo bien no son mutuamente excluyentes. Tomemos como ejemplo nuestra cadena Microtel, que crea oportunidades de empleo en áreas desatendidas y al mismo tiempo ofrece alojamiento asequible y de calidad. O considere nuestras iniciativas de desarrollo inmobiliario, que se centran en crear soluciones de vivienda accesibles para quienes tienen dificultades para pagarlas. Estos emprendimientos tienen éxito no a pesar de su misión social, sino gracias a ella.
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El Centro Phinma-DLSU para Empresas y Sociedad (PDCBS), recientemente inaugurado, representa nuestro compromiso de institucionalizar este enfoque. Esta iniciativa pionera pretende convertirse en el principal defensor del país de «Las empresas como fuerza para el bien» en un plazo de cinco años. Al desarrollar materiales para cursos, publicar investigaciones y organizar debates, estamos trabajando para incorporar los principios de prosperidad compartida en el ADN de los futuros líderes empresariales.
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Sin embargo, las iniciativas corporativas individuales, por exitosas que sean, no son suficientes. Necesitamos una acción colectiva. El Pacto para la Prosperidad Compartida proporciona un marco para esta colaboración, instando a las empresas a alinear sus estrategias con las necesidades de la sociedad. No se trata de caridad o responsabilidad social corporativa; se trata de reimaginar el propósito mismo de los negocios en la sociedad.
3 pasos
Propongo tres pasos concretos para los líderes empresariales. Primero, integre métricas de prosperidad compartida en sus objetivos comerciales. Realice un seguimiento no solo del desempeño financiero, sino también del número de vidas mejoradas gracias a sus iniciativas. En segundo lugar, colabore dentro de su industria para compartir mejores prácticas y soluciones. En tercer lugar, invierta significativamente en su gente y comunidades, yendo más allá de la RSE (responsabilidad social corporativa) tradicional para remodelar su negocio principal en torno a las necesidades sociales.
Los desafíos que tenemos por delante son sustanciales. A veces se necesita valentía para priorizar el impacto a largo plazo sobre los beneficios a corto plazo. Pero cuando visito nuestras escuelas y veo a los estudiantes (a menudo la primera generación de estudiantes universitarios) transformando el futuro de sus familias, recuerdo por qué esta misión es importante. Cuando estos graduados consiguen un empleo profesional, lo que potencialmente duplica o triplica los ingresos de su familia, vemos el impacto tangible de la prosperidad compartida en acción.
Esto es el bayanihan moderno: utilizar nuestros recursos, influencia y experiencia para crear una Filipinas donde cada ciudadano tenga la oportunidad de vivir con dignidad. Nuestro legado como líderes empresariales no se medirá en pesos ganados, sino en vidas cambiadas. La pregunta no es si las empresas pueden ser una fuerza positiva: hemos demostrado que sí pueden. La pregunta es si tenemos la voluntad colectiva para que así sea.
Al enfrentar estos desafíos, recuerdo la visión de mi padre de las empresas como una fuerza para el desarrollo nacional. Hoy tenemos la oportunidad (y la responsabilidad) de ampliar esa visión. Al abrazar la prosperidad compartida, podemos construir una Filipinas mejor, una Filipinas donde las empresas prosperen al mejorar las comunidades, donde el crecimiento sea verdaderamente inclusivo y donde todos los filipinos puedan aspirar a un futuro mejor.
El momento de actuar es ahora. El futuro de nuestra nación depende de nuestra voluntad de transformar las empresas en una fuerza genuina para la prosperidad compartida. Pongámonos a trabajar para mejorar la vida de todos. INQ
Este artículo refleja la opinión personal del autor y no la posición oficial de la Asociación de Gestión de Filipinas o MAP. El autor es ex presidente de MAP y Persona Gerencial del Año 2010 de MAP. Es presidente y director ejecutivo de Phinma Corp. Comentarios en (email protected) y (email protected).