En 2021, médicos de todo el mundo empezaron a notar un fenómeno inusual. Los jóvenes, especialmente las adolescentes, empezaron a desarrollar tics de repente. Mostraban movimientos agitados de todo el cuerpo, así como coprolalia, una tendencia inconsciente a gritar palabras obscenas y socialmente inaceptables. Los neurólogos que estudiaron el fenómeno concluyeron que muchos de estos casos en realidad fueron inducidos por las redes sociales. Apodados “tics de TikTok”, los jóvenes veían videos virales de TikTok de personas influyentes con síndrome de Tourette que mostraban con orgullo sus tics en línea. La exposición prolongada a estas publicaciones y las presiones psicológicas del bloqueo inducido por la pandemia hicieron que las personas vulnerables reflejaran los espasmos que observaban. Este número destaca la profunda influencia de las redes sociales en la formación de las mentes y los comportamientos de los jóvenes.
Varias investigaciones han relacionado consistentemente los altos niveles de uso de las redes sociales con diversos resultados negativos entre los usuarios de 14 a 24 años, incluidos mayores sentimientos de ansiedad, depresión, mala imagen corporal y soledad. Muchos expertos también creen que la sobreestimulación constante por el uso de las redes sociales pone al sistema nervioso en modo de lucha o huida, exacerbando trastornos como el TDAH, la ansiedad, la depresión y el trastorno de oposición desafiante.
La semana pasada, Australia presentó un proyecto de ley para prohibir las redes sociales para niños menores de 16 años, con multas propuestas de hasta 49,5 millones de dólares australianos para las plataformas que no cumplan o experimenten alguna infracción sistémica. Por contexto, la mayoría de las plataformas actualmente requieren que los usuarios tengan al menos 13 años. La legislación requeriría que los sitios de redes sociales utilicen sistemas de verificación de edad que pueden incluir datos biométricos o identificación gubernamental. El proyecto de ley, que cuenta con apoyo bipartidista y está siendo elogiado por los padres y otros grupos pro-prohibición, entrará en vigor después de un año si se aprueba.
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Los defensores argumentan que esto pondría la “responsabilidad de garantizar que existan protecciones en las plataformas de redes sociales” y no en los padres o los niños. Si bien estoy de acuerdo con mejores medidas de verificación de edad para estos sitios, tengo dudas sobre la eficacia de la prohibición. Los adolescentes suelen poseer una mayor competencia para navegar en los espacios digitales que los reguladores que intentan restringirlos. Una prohibición general de las plataformas de redes sociales puede llevar inadvertidamente a los usuarios jóvenes a buscar medios alternativos de acceso, exponiéndolos potencialmente a áreas de Internet menos reguladas y más dañinas.
También vale la pena señalar que una legislación demasiado restrictiva pasa por alto por completo la gama de contribuciones positivas que estas plataformas también pueden hacer al desarrollo social, intelectual y emocional de los jóvenes. Las investigaciones indican que las comunidades de redes sociales sirven como espacios valiosos para que los adolescentes reciban apoyo, participen en una autoexpresión creativa, exploren diversas perspectivas y aprendan sobre problemas globales. Estos beneficios son particularmente significativos para los jóvenes que buscan conectarse mejor con pares que comparten intereses y experiencias similares.
Una regulación eficaz exige un enfoque matizado que integre la educación, la participación de los padres y la responsabilidad de la plataforma. En lugar de responder a los resultados negativos de las investigaciones con prohibiciones absolutas, estos conocimientos deberían fundamentar estrategias más constructivas. Por ejemplo, un estudio encontró que los adolescentes que usaban las redes sociales durante más de siete horas diarias tenían más del doble de probabilidades de ser diagnosticados con depresión en comparación con aquellos que limitaban su uso a una hora. Estos datos podrían guiar a los padres a colaborar con sus hijos para establecer hábitos de tiempo de pantalla adecuados y equilibrados.
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Las escuelas ya no deberían tratar los programas de alfabetización digital como un complemento opcional o una materia optativa de la escuela secundaria. Dada la importante parte de las horas de vigilia de los estudiantes que ahora pasan en línea, estas habilidades deben incorporarse al plan de estudios desde el jardín de infantes. Los cursos de alfabetización digital basados en investigaciones enfatizan el pensamiento crítico y enseñan a los estudiantes a reconocer cómo el contenido que consumen moldea tanto sus puntos de vista externos como su propia autopercepción. Este enfoque fomenta la comprensión y la autorregulación, capacitándolos para desarrollar hábitos saludables en el uso de las redes sociales.
Para 2023, los médicos informaron que la mayoría de sus pacientes habían comenzado a recuperarse, así como una disminución significativa en los nuevos casos de tics de TikTok. Una vez que el mundo se reabrió y se reanudaron las interacciones cara a cara, los adolescentes tuvieron menos exposición en línea y un acceso más amplio al apoyo de sus pares. Los expertos señalan dos ideas clave de este fenómeno: una es que los jóvenes absorberán las influencias de su entorno como una “esponja”; en segundo lugar, exhiben una resiliencia notable, y los tics en línea posiblemente sirvan como mecanismo de afrontamiento durante un momento estresante sin precedentes.
Quizás si nos concentramos en comprender profundamente el tipo único de presión que enfrentan los jóvenes hoy en día, también podamos guiarlos mejor y fortalecer su agencia personal para navegar estas complejidades. En lugar de aislarlos en una burbuja, las soluciones deberían apuntar a fomentar personas adaptables y empoderadas, capaces de prosperar en un panorama cada vez más digital.
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